Ordene, Comandante en Jefe!
- Frank González Abad
- Noticias
- Visto: 480
(Tomado de Granma)
“Frente a la mentira, la patraña y el llamado al odio y la violencia del imperio y sus mercenarios, ha brillado la decisión mayoritaria del pueblo cubano y de su presidente Miguel Mario Díaz-Canel Bermúdez de superar escollos, marchar adelante y salvar la Revolución”. Son las primeras palabras del libro Cuba, un golpe blando fallido, del Doctor en Ciencias Manuel Hevia Frasquieri, una denuncia en la que definió las revueltas callejeras violentas del verano de 2021 como “una típica operación subversiva dirigida secretamente por la CIA y la comunidad de inteligencia estadounidense, promovida a través de programas subversivos”, en la que -auguró- persistirían con una guerra mediática y propagandística sin precedentes. Y no ha sido menos. Aquella investigación y otras evidencias confirman que el gobierno de los Estados Unidos tiene una responsabilidad directa en los disturbios del 11 y 12 de julio de 2021, con el recrudecimiento del bloqueo en el contexto de la COVID-19 y porque desde su territorio se incitó y financió abiertamente a individuos y grupos a que cometieran violaciones de la ley. Ello incluyó acciones de violencia, robo, asalto, agresión, además que se ejecutó desde allí, durante semanas previas, una campaña de desinformación y calumnias por las redes digitales. Acorde con sus pronósticos, Washington apela a la mentira y el cinismo para incluir a Cuba en cuanta lista la desacredite, aísle y le permita justificar descaradamente su política de cerco y asfixia para procurar un estallido social lo antes posible. Al tiempo que las dificultades internas y el deterioro alimentan las campañas difamatorias internacionales contra el gobierno, sus dirigentes y pilares fundamentales de la Revolución. Sin escrúpulos, la Casa Blanca trató de aprovechar las dificultades generadas por los difíciles años de la pandemia para agredirnos con más fuerza, arreciar las medidas coercitivas y tratar de lograr sus objetivos destructivos. Así lo había intentado el expresidente de Estados Unidos más mentiroso y con más cargos penales de la historia, Donald Trump, quien fabricó el superglobo de los “ataques sónicos” contra la embajada de ese país en La Habana para destruir las relaciones bilaterales. Fue ese mismo gobierno el que, a pocos días de dejar la presidencia, colocó a la Isla de manera infame en la lista de países patrocinadores del terrorismo con vistas a ganar aliados entre terroristas y mafiosos de Miami. Todo ilógico y perverso, pero a la medida de los servicios de inteligencia yanquis, a la altura de su estrategia macabra y la dosis exacta para sus mercenarios de la Florida. Joseph Biden, con el mismo libreto subversivo millonario, persiste en la vil obsesión anticubana, ratificando la permanencia de la Isla en listas infames, lleno de contradicciones y ambivalencias, pero continuidad total de la agresión y copiando a su predecesor en el invento o coauspicio de nuevos pretextos para no cambiar la política fascista. Sin el más mínimo pudor, aprovechan las noticias falsas y “conspiraciones” prefabricadas para pedir endurecimientos e invasiones, en nombre de la seguridad nacional de los Estados Unidos.
El vaquerito, el guerrillero que desafiaba la muerte.
¿Hay algún error en esta página? Ayúdenos a mejorar
© Copyright 2024 Empresa de Aplicaciones Informáticas, Desoft